Charlar y chatear
20 de Mayo de 2004
El despido de una secretaria por dedicar dos horas diarias de su jornada laboral a chatear tiene parte de lógica. Es lo que sucede cuando te dan la mano y coges el brazo, hombro y parte del cuello. Más sentido tiene aún cuando en el anexo de su contrato laboral “autorizaba” a la empresa a supervisar periódicamente los listados de llamadas telefónicas realizadas y páginas web visitadas. Al margen de que ese “autorizaba” debería cambiarse por un “no tuvo más remedio que autorizar” (o firmas o te vas a la calle), el caso pone de manifiesto la incoherencia que define a la mayoría de las empresas españolas.
Desconozco el caso exacto de la secretaria internauta. Puede que además de perder el tiempo chateando se tomara un largo café, llamara a su familia por teléfono, fumara diez cigarros diarios y charlara con su compañera sobre el alto precio de la vivienda. O puede que no. También pudo suceder que, mientras sus colegas mataban la tediosa jornada laboral platicando en el pasillo, ella no levantara la vista del chat. Si fuera así el castigo habrá sido injusto: además de despedirla a ella deberían dejarnos en la calle a casi todos los trabajadores de este país. Charlar o chatear, esa es la única diferencia.
Opinión de Guillermo Rodríguez en Libertad Digital
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